Escultura de madera tallada, policromada, dorada y estofada con ojos de cristal. Aparece representado en extásis recibiendo la inspiración divina con la mirada hacia el cielo y llevaría en una mano y en la otra el libro que se han perdido. San Pedro de Alcántara fue el fundador de la orden de los Franciscanos Descalzos impulsándola sobre todo en Granada, por lo que en todo el sur de España se despertó una gran devoción al Santo, quien además fue confesor y guía espiritual de Santa Teresa. Ambos compartieron impresiones sobre sus respectivos proyectos y gracias a la descripción que hizo de él de la Santa se pudo establecer su aspecto físico que fue reflejado en grabados realizados en Roma por Luca Ciamberlano en vísperas de su beatificación en 1622. Mena tomo esas modelos y pudo haberse inspirado en esculturas de Santa Teresa y San Pedro de Alcantara, realizadas por Manuel Perera para el retablo mayor de la Iglesia de San Andrés de Madrid, hoy desaparecidos y que pudo contemplar cuando estuvo en la Corte entre 1662 y 1664. El taller granadino de Mena realizó varias versiones del santo creando un arquetipo iconográfico que fue seguido por muchos otros esculores (se dice que la mejor versión es la que se encuentra en el Museo Nacional de Escultura en Valladolid). Nuestra versión recoge el modelo de Mena en cuanto a la expresión y realismo del rostro de marcadas arrugas pero difiere de los modelos del maestro en el hábito que en este caso va ricamente estofado, cuando las obras de Mena reflejan un hábito de tela basta con un característico triángulo en el pecho y añadiendo a veces un cíngulo de cuerda real. Faltas en las manos. Procedencia: Palacio de Cruz conde Córdoba, colección de los Condes de Colomera. Altura: 79 cm.