Óleo sobre lienzo Titulado en el ángulo superior derecho: «S. AGV» Medidas 105 x 77 cm La composición y la factura de la obra se encuentran en la línea de otras obras de la producción de Martínez, como los Evangelistas de la Catedral de Jaén, pues presentan un planteamiento similar. dos folios que están apoyados sobre un libro con cubiertas de cuero, cuando en ese mismo instante ha sido sorprendido por la divinidad, tal y como delata su elocuente mirada clavada al cielo y el gesto de estupor su mano abierta.

Al fondo se observa una mitra – compañera del ajuar litúrgico descrito anteriormente– que presenta una piedra preciosa y que al igual que el resto de las naturalezas muertas están descritas con una gran veracidad táctil.

La reciente restauración del lienzo ha servido para recuperar el esplendor de su colorido original. Su pincelada es densa y concentra la materia en los surcos de las arrugas de la frente y en las cuencas de los ojos del padre de la Iglesia. La sobrecogedora expresividad del rostro Sebastián Martínez Domedel.

Concebida con un marcado enfoque naturalista, la utilización de una iluminación procedente desde la izquierda potencia la tensión emocional de la escena al destacar violentamente la gura del obispo de Hipona, al mismo tiempo que lo aísla de cualquier contexto que pueda distraer la atención del espectador.

Así, el lienzo muestra en primer plano y en formato de medio cuerpo a San Agustín ataviado con un alba y una capa pluvial de seda blanca ricamente ornamentada con rocallas. El santo se encuentra sentado frente a una austera mesa mientras escribe con una pluma en unos arrugados dos folios que están apoyados sobre un libro con cubiertas de cuero, cuando en ese mismo instante ha sido sorprendido por la divinidad, tal y como delata su elocuente mirada clavada al cielo y el gesto de estupor su mano abierta.

Al fondo se observa una mitra – compañera del ajuar litúrgico descrito anteriormente– que presenta una piedra preciosa y que al igual que el resto de las naturalezas muertas están descritas con una gran veracidad táctil.

La reciente restauración del lienzo ha servido para recuperar el esplendor de su colorido original. Su pincelada es densa y concentra la materia en los surcos de las arrugas de la frente y en las cuencas de los ojos del padre de la Iglesia.

La sobrecogedora expresividad del rostro Sebastián Martínez Domedel. Vida y obra parece evocar a un personaje captado del natural, sin embargo no debemos descartar que proceda del grabado La visión de San Agustín de Pieter de Jode II sobre una composición de Van Dyck, abierto en torno a 1640, datando esta obra en la década de 1650. Los dinámicos modelos de este pintor flamenco tuvieron gran difusión sobre los pintores del siglo XVII y en concreto detectamos la utilización de esta estampa en Juan Carreño de Miranda, Mateo Cerezo y Francisco Rizi.