Óleo sobre madera de castaño. Medidas: 71 x 50 cm.

La aparición de esta obra supone una importante contribución al corpus pictórico de Luis de Morales, más conocido como “el Divino” por su consumada dedicación a pintar cuadros de temática religiosa de gran fortuna iconográfica que fueron muy celebrados entre la clientela erudita del momento.

Fue tal su fama que al parecer fue requerido por el mismo Felipe II para realizar algunas obras devocionales que más tarde regaló a su círculo de amistades más íntimo. Son muchas las interrogantes que existen en torno a su formación. El tratadista Antonio Palomino lo hace discípulo del pintor de ascendencia flamenca Pedro de Campaña, residente en Sevilla entre 1537 y 1563.

La hipótesis más acertada sostiene que debió realizar un viaje a Valencia donde entró en contacto con las novedades italianizantes del mundo lombardo a través de los pintores Fernando Yáñez y Fernando de Llanos. Curiosamente la obra que nos ocupa guarda un enorme parecido con el San Jerónimo de la National Gallery of Ireland de Dublin (óleo sobre tabla, 99 x 78 cm).

A diferencia de la tabla irlandesa, el santo no lleva el nudo de la túnica en el hombro derecho y los bordes de ésta bajan hasta la altura de los codos. Asimismo la expresión del rostro es algo distinta, la boca está cerrada y la barba es más generosa. Frente a estos ejemplares encontramos una segunda versión (colección herederos del marqués de Miraflores, catedral de Badajoz y antigua colección Montaner) en la que el modelo es algo más anciano además de barbado y presenta una enorme cruz sin crucificado. Como recientemente ha manifestado Leticia Ruiz es probable que ambas versiones podrían situarse en una amplia horquilla cronológica que va desde la década de los años cuarenta hasta mediados de la siguiente década.

La cuidada precisión del dibujo unido a la portentosa minuciosidad con la que el pintor ha descrito detalles tan sumarios como la calavera o el rostro del santo nos revelan que es una obra totalmente autógrafa de Luis de Morales sin intervención del taller.
Nuestro agradecimiento a Isabel Mateo Gómez y a otros investigadores que de forma anónima han colaborado en la catalogación de la obra.